lunes, 21 de marzo de 2022

De ‘Viaje al día venidero’ (Premio Nacional de Poesía 2015)

 



1

 

Soy ciego,

no conozco la oscuridad.

Entre la noche y mi rostro crece una rosa.

Amada dice: no eres ciego,

sólo estás escondido del mundo detrás de tus ojos;

cuando se iluminen las cosas verdaderas, comprenderás la luz.

Amada es tibia como los techos de una ciudad bajo el sol.

Le pregunto por el mar y ella responde:

el mar es el pañuelo que Dios puso a secar sobre el mundo.

Amada es la ventana por donde mis pensamientos me rescatan.

Cuando ella canta, llueve en mi corazón.

Mi voz la alumbra más allá de mis dedos;

ella cae en mi memoria como una manzana en el agua;

los dos vamos de la mano futuro adentro,

en busca de la eternidad.

Extiendo mis brazos intentando salir de las tinieblas,

tratando de cruzar la puerta oscura

para desvestirme de lo que no puedo ver.

Amada dice: todo lo puedes ver,

pero las cosas se esconden de tu mirada,

como se esconde un espejo de otro espejo.

 

 2

  

El tren que tomé en sueños aún no ha llegado a la realidad.

Los días son pequeñas jaulas de sol.

El ladrido de un perro me muestra la distancia;

su aullido es una pincelada brusca en el vacío.

¿Qué color es este que huye del color?

Amada dice: el color es el perfume de la luz.

Le tiendo la lumbre y el crujido de una mariposa,

y ella levanta el tenue velo de mi sombra para hallarme.

Le digo: a veces creo que soy la sombra del que puede ver.

En el pecho de Amada nace el nido de la tarde.

Cuando ella enmudece se multiplican los rincones.

Su susurro cubre mi alma como un manto de abejas.

El fuego me abre la puerta del porvenir;

más allá solo existen mis ojos,

unos ojos que no saben definir lo que ven.

Amada dice: tus ojos únicamente saben ver a Dios.

Por la pradera de tu mirada corro desnuda hasta llegar a tu tacto.

Amada es tersa como la espalda de lo desconocido.

Sus manos son dos ranuras en la niebla.

 

3

 

El silencio me deja solo en el mundo,

me encierra en su aroma,

me acorrala contra mismo hasta fundirme con mis temores.

Amada al callar dialoga con su sueño.

El silencio la aleja de mí, la evapora,

la hunde en la región donde solo penetra la nostalgia.

El silencio es el olor de las palabras que ya se han dicho

o de las que jamás se pronunciarán.

Si gritara, me digo, dejaría en el aire un revoloteo sombrío.

Espero la mañana como se espera el porvenir.

Un resplandor piadoso vela mi frente,

aguzo los sentidos y al final de mi duda renace Amada.

Su voz me alcanza como un derrumbe;

cuando ella me toca presiento un jardín.

Amada dice: cuando se enciendan las cosas verdaderas

comprenderás la oscuridad.

 

 

 


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