martes, 12 de julio de 2011

Bruno Rosario Candelier: La irradiación metafísica en “Territorios extraños” de José Acosta


Bruno Rosario Candelier, Presidente de la Academia Dominicana de la Lengua



“Jamás se alcanza el horizonte,

salvo cerrando los ojos”.

(José Acosta)


José Acosta surgió al mundo literario nacional prevalido de un hondo aliento metafísico, como dije en Poética Interior al presentar una selección de sus poemas en la primera antología del Ateneo Insular (1).

Cuando publicó su primer poemario, en la solapa de su libro consigné: “Poeta de la promoción santiaguense de los ’90, José Acosta emerge al escenario literario nacional con voz original y auténtica. Premio Nacional de Poesía en 1993 por su poemario Territorios extraños, nació en Santiago de los Caballeros en 1964 y actualmente reside en San José de las Matas, ámbito de naturaleza serrana donde pudo ahondar su vínculo cósmico con la totalidad. Miembro del Ateneo Insular, su lírica aplica los postulados del Movimiento Interiorista con intensificación estética y simbólica en la lírica metafísica. Sus poemas orillan un hondo aliento trascendente con una densidad conceptual poco frecuente entre los escritores que exploran el sentido del mundo. Con un lenguaje diáfano, elaborado con términos comunes y vivencias entrañables, preñado de imágenes y símbolos de alta significación cultural y con modernizantes procedimientos poéticos, este nuevo valor de las letras dominicanas aporta una voz lírica cautivante, auspiciadora de una nueva sensibilidad estética” (2).

Quienes sentimos la garra de la Belleza y el Misterio, evidenciada en hechos, fenómenos y creaciones, sabemos que hay una realidad trascendente, inaprehensible por los sentidos físicos e, incluso, por la razón. Allí solo penetra la intuición, salvo el milagro de la revelación, gracia de los grandes elegidos. Existe, por tanto, un conocimiento no intuido sino revelado, como lo han recibido iluminados y profetas directamente o a través del sueño, como lo han experimentado los privilegiados con esos efluvios sobrenaturales, durante estadios especiales de su conciencia.

En el paleocórtex del cerebro hay unas antenas neurotransmisoras que captan mensajes suprasensibles mediante un mecanismo que la ciencia del lenguaje no tiene forma de explicar, ya que esas misteriosas señales suprasensibles se convierten en señales verbales de orden metafísico o de naturaleza mística. Pero los interlocutores, como amanuenses del espíritu, no son más que simples agentes o intermediarios de esa energía cósmica o celeste que la palabra formaliza. En tal virtud, en la esfera de lo sobrenatural intervienen, en unos casos, voces de la Energía Superior del Numen o Noosfera, que atesora la memoria de la sabiduría universal y, en otros casos, voces de la Divinidad, especialmente reveladas a quienes son elegidos por la Gracia a cuyo través fluye, de manera enigmática, la voz del Espíritu, como la experimentaron Pablo de Tarso, san Francisco de Asís, Blas Pascal, san Juan de la Cruz, Francisco Matos Paoli y otros iluminados y místicos que sintieron el aletazo del Misterio y escucharon voces claras y entendibles. Por eso el santo contemplativo y místico poeta de Ávila, cuando la madre Magdalena del Espíritu Santo le preguntó, admirada por el portento de sus palabras, de dónde sacaba esas voces propias de un lenguaje indecible con las que creaba la belleza mística en versos tan maravillosos, el poeta carmelita contestó:

-Hija, unas veces me las da Dios y otras las busco yo.

Alude el místico abulense, obviamente, a la Revelación, don y gracia que mereció el iluminado del Carmelo (4).

Pues bien, para entender el mundo interior en la lírica de José Acosta, uno de los grandes creadores dominicanos de alta poesía (3), hay que reconocer la existencia de la realidad intangible de la trascendencia, a la que pueden acceder, mediante la intuición metafísica, quienes han desarrollado su sensibilidad trascendente.

Es indispensable una actitud disciplinada de vida interior para adentrase al ámbito de lo trascendente. Mediante el silencio y la contemplación, recibimos señales de la trascendencia y, a veces, la gracia que ilumina y embriaga. Por eso nuestro poeta pudo escribir:

En la llama

hay otro planeta

que solo las mariposas conocen.

(Territorios Extraños, p. 41)

José Acosta tiene las condiciones intelectuales, morales, estéticas y espirituales para ser un creador metafísico. La densidad de su cosmovisión refleja la hermosura de sus vivencias y esa fascinación se manifiesta en su lírica con el singular encanto de lo profundo, cuya vastedad no conocemos lo suficiente. En “Silueta del día” alude a la ventana desde la cual visualiza la otra realidad que desborda la cerca de lo sensible:

Puedo derribar la mañana

y extender infinitamente la noche

con solo cerrar esta ventana.

Puedo subir por el día a tientas

y caer en otras tinieblas y desvestir

el espacio con solo cerrar este artefacto de luz.

Puedo incluso dejar de existir en este

sueño y volver a lo profundo de ser

eternamente sombra. Puedo hacerlo ahora

Pero hay un pájaro volando tras un cristal

que lleva en su silueta el misterio de la vida.

(Territorios Extraños, p. 64)

La contemplación de la belleza y el acicate del misterio constituyen grados de la vida espiritual y metafísica. Al igual que los sabios antiguos, como Platón o san Agustín, a José Acosta le concita la belleza y te atrae el misterio, al tiempo que experimenta el placer de los sentidos y la fruición de lo sagrado. En “Esta ventana”, el creador dominicano escribe en torno al tema que alienta y fecunda su primera obra poética:

Esta ventana está abierta hacia sí misma

anillo entre dos sombras

túnel por donde regresan mis ojos

a mi rincón de sangre.

Esta ventana no está abierta a nada

no hay un chorro de humanidad

hirviendo entre sus párpados

ni un camino rodando en su distancia

ni el olor a presencia de algún pájaro.

Esta ventana no está abierta a todo

no tiene un hombre hundido en su estatura

no tiene una lámpara empujando las tinieblas

no tiene un gato dormido en su misterio

ni una voz trepando los espacios.

Esta ventana está abierta hacia su ventana

hacia su solitaria humanidad

en la pared de un algo.

Esta ventana está abierta hacia sí misma

hacia la inocente realidad de su existencia.

(Territorios Extraños, p. 15)

Naturalmente hay que tener una alta sensibilidad espiritual para sentir la belleza sublime, aunque no hay mortal sensible que no se sienta concitado por los valores superiores, como la belleza sutil, la verdad profunda y el bien sublime, que despiertan cuando el contemplador experimenta el sentido profundo ante el esplendor de lo viviente. La belleza no solo asombra o emociona, también hace cavilar; el misterio no solo concita y amedrenta, también pone a pensar. A través de la belleza y el misterio se puede apreciar un reflejo de la potencia del Universo o, como dijera William Blake, “un mundo en un grano de arena” o “el cielo en una flor silvestre”. Por eso la belleza de lo profundo entusiasma porque al fervor espiritual que depara a su contemplador, inspira la sensación del esplendor jocundo y el sentimiento del entusiasmo lírico, al tiempo que concita el aliento de lo Eterno o hace partícipe de la sabiduría que transforma. En “Transformación” profundiza el poeta la vertiente entrañable del misterio que desconcierta y enajena:

He escrito la palabra profundo

y ha nacido un pozo en mi papel

donde cabe el mundo.

Cruzo el lindero de la palabra

y ya profundo

es una mancha donde se pierde la mirada.

Escribo agua y bebo. Sangre y lloro.

Hoy todo lo escrito ha buscado su efigie,

su osadía de ser, su forma.

Y he aquí escribo hombre

y surge alguien que me besa.

Escribo dios y algo se esconde

y mi papel simplemente tiembla.

(Territorios Extraños, p. 17)

Porque el misterio alucina y desconcierta. Asumido como sustancia de la creación poética, encauza intuiciones y revelaciones que la conciencia solo atina a aceptarlas como índice de su procedencia infinita.

La creación poética de José Acosta colma una búsqueda del espíritu. Pocas personas tienen una sensibilidad tan penetrante la suya, con una dotación interior y metafísica que revela una hondura de miras en sus percepciones trascendentes. Este extraordinario poeta parece estar articulado al Cosmos con una clara conciencia de su misión creadora. Comparte su inquietud intelectual, como si “navegara en una conciencia colectiva”, que el Logos formaliza en la palabra, mediante el vínculo que nos une a todos con los otros, con la realidad cósmica y con la Divinidad.

Por la palabra el hombre se apropia del mundo, modifica su visión de la realidad y confirma la existencia de las cosas:

Nombrar

es ponerle tamaño al infinito.

Digo 2 y lo reduzco a 2

ignorando su universo.

Disminuyo a campana la campana

y olvido que en ella flotan

eternos los sonidos.

Digo tierra y desaparecen los planetas.

Amor. Orquídea. Tumba.

Y los sepulto en la osamenta de sus nombres.

He aquí el arcano, la razón eterna

de que dios olvide

la verdadera dimensión del hombre

y lo reduzca a hombre.

(Territorios Extraños, p. 18)

Es importante hallar la clave que sintonice la frecuencia del espíritu, desde esta materialidad que nos conforma para ascender a los planos de una conciencia superior y trascendente. A eso aspira el Interiorismo, vocación y meta que solo entienden los que han desarrollado su intuición metafísica. En esa ruta irrevocable hacia la luz hay tránsitos y obstáculos, pero quien ha comenzado ese derrotero, advierte que no hay retorno ni evasivas.

En su creación poética, José Acosta ha experimentado una entrañable comunión con el Ser de lo viviente y lo que el poeta expresa, tiene una dimensión edificante y luminosa. Por esa faceta enaltecedora, su obra da cuenta de esa otra vertiente de lo real, la otra ladera de la Creación, que su lírica asume y encauza mediante la palabra poética. Su palabra cifra el poder de la creatividad como la instancia que le da estatuto de entidad a lo posible. En “Formas del azar”, escribe nuestro poeta:

No hubiera sido necesario que naciera

la rosa para creerla.

Ni que asomara su cabeza encendida

por algún espacio del mundo.

Aunque no hubiera llegado

nunca, algo, quizás una piedra,

tendría el nombre de rosa para crear el enigma

de su inexistencia. Y estoy seguro

que alguien pintaría su forma metafísica

como algo nuevo, y así poseería

la eternidad misteriosa de las cosas

creadas sin haber nacido.

(Territorios Extraños, p. 19)

El profundo vínculo que José Acosta revela tener con la Energía Espiritual del Universo le permite testimoniar lo que acontece en el hondón de su sensibilidad cuando entra en sintonía con lo viviente, ya que pulsa el diapasón de la armonía cósmica y capta las señales provenientes de la cantera infinita, a la que accede por su honda intuición de la energía interior de la conciencia. “Nos duele que la sola presencia /de los pies nos ate tanto /a la tierra. Que estemos pensando /en algo perdido al final de nosotros:/en el dolor lejano de una uña/ o el temor de encontrar un vacío en el /camino blando del sueño. /Nos duele este no sentir sintiendo /este tocarnos y de repente /no dar con nosotros, esta nada horrenda/ habitándonos. Nos duele /despertar en cualquier momento /y descubrir cerrada la puerta de lo que somos” (Territorios Extraños, p. 60).

Su palabra poética capta revelaciones de lo Alto en virtud del vínculo entrañable con la Energía Sutil del Universo puesto que, al formar parte de la Totalidad y tener conciencia de esa relación, sabe canalizar lo que capta su interior profundo. En “Este viaje”, da cuenta del aletazo del misterio, cuando su intuición accede al extraño territorio de lo suprasensible:

Este viaje no tiene distancia, solo vida.

No tiene caminos, solo huellas

y solo se compone de sueños.

Este viaje:

terrible el punto de regreso

cuando aún no hemos llegado

y más, el punto de partida, regresando.

Este viaje no es del hombre hacia el mundo

sino del mundo hacia el hombre:

(pozo hecho hacia cielo,

niño pariendo a su madre)

este viaje tiene la verdadera esencia del todo

sin horizontes perece donde comienza la vida

y nace en el mismo instante de la muerte.

Este viaje no tiene viaje

solo hombres.

(Territorios Extraños, p. 20)

Lo que el Universo le susurra al poeta interiorista, lo revelan sus imágenes y símbolos que reflejan la belleza escondida y el misterio de lo grávido, con las altas delicias del espíritu. El poema metafísico es la expresión de esa singular iluminación de la conciencia que el poeta santiagués experimenta, asombrado y enigmático:

Enciendo un fósforo y nace mi mano

sobre el fondo una moneda

flota o quizá

la redondez luminosa del ojo de un gato.

Hago ascender mi mirada arañando las tinieblas

y se hace libre allá, a lo lejos, en la cima

de todos los quejidos.

Es que estás a mi lado y aún no lo sabía

es que viajan en mí todos los pueblos

y ahora, precisamente, llaman a mi puerta.

Enciendo un fósforo y nace

tu cuerpo tejido con la noche.

Todo está tan cerca a veces, a un frágil dolor

de distancia pero en verdad tememos

horriblemente saberlo.

(Territorios Extraños, p. 21)

En estado de silencio contemplativo o bajo el amparo de la soledad sonora podemos recrear el sentido de la poesía, que fragua emociones intensas con su verdad profunda y su belleza sublime. Puede hacerse durante la noche inmensa bajo un rumor suave y placentero; o en momentos en que la lluvia, pertinaz y traviesa, picotea el velo del celaje; o cuando escuchamos la voz que dicta la secreta ensoñación que hace ver un cielo ruborizado de estrellas ante la magia de un rostro que convoca el ritmo armonioso de una música interior con el aura refrescante de una presencia intangible. El poeta lo dice a su modo metafísico en los siguientes versos:

Buscaremos la puerta por donde

entró la oscuridad.

El espacio interior de los dedos

lleno de mágicas llaves que abren las figuras.

Tal vez sea esto una habitación

o el mundo

una abertura en qué creer;

frutas de luz;

el temor del jardín frente a la noche.

Una puerta, un grifo derramando

la oscuridad a chorros.

(Territorios Extraños, p. 23)

Se trata, simplemente, de una hermosa creación con su belleza dentro. La belleza del poema enciende las mechas del espíritu. Es una manera de decir, que la lírica metafísica ahonda en los vericuetos del misterio o en el sentido de las cosas con la emoción pura del alma y, en consecuencia, inspira el encanto y la fascinación de las cosas que concitan la cavilación de lo profundo. Tal la poesía metafísica, vertiente de la creatividad para los espíritus selectos. Entonces, nuestro ser experimenta un júbilo entrañable al sentir la presencia intangible de una energía iluminada, que podemos recrear bajo el requiebro de la luz con la llama de la dolencia divina, como lo hace el autor de Territorios extraños:

Debajo del vino,

la pequeña tortuga que soporta

el infinito

nos hace creer en el amor.

Ella, en vez de piedra

es un agujero celeste donde una lámpara

inunda de olores luminosos las paredes profundas.

Si tocamos sus bordes

el precipicio se torna de cristal

y el recipiente, del que hemos bebido,

penetra más allá de los ojos

derramándose en alguna grieta de nuestro dolor.

Creer en el amor y en nuestras manos

que apenas nos sujetan a un pedazo del tiempo.

(Territorios Extraños, p. 32)

El verbo clave del mito es creer. Todo mito entraña unas creencias, que se pueden canalizar mediante la dimensión imaginativa de la escritura. El mito tiene una faceta intelectual, afectiva y espiritual vinculada al trasfondo cultural de un pueblo. De ahí su dimensión trascendente y su importancia para conocer la mentalidad de una comunidad o la idiosincrasia de una cultura. De ahí la relación Mito→ Hombre→ Ser, que una voz atrapa y revela. En los siguientes versos, Acosta se introduce en la vertiente mitificante de la creación en forma lírica y estética:

El ave existe en una jaula de plumas.

En el fondo de su muerte.

Allá abajo

vuela haciéndose cierta en lo irreal.

También tú si mueres dejas algo real

en lo irreal.

En algún lugar de tu vacío

donde solo el pensamiento te creó, existe.

A lo largo de tu muerte hay ranuras

horribles por donde la vida pasa

como una luz presentida.

Si crees en el ave tú serás el ave

y al nacer en otro horizonte del dolor

querrás volar también

dentro de tu jaula de plumas.

(Territorios Extraños, p. 35)

El verbo clave de la metafísica es indagar o preguntar. Quien pregunta por el sentido hace metafísica, ya que indaga la razón o la esencia de algo. La indagación metafísica, por tanto, entraña una búsqueda interior y trascendente que explora el porqué ocurren las cosas y para qué tal o cual connotación de la realidad. El metafísico no es indiferente a la realidad de lo existente. Profundiza más allá, más adentro. De ahí la relación Metafísica→ Naturaleza→ Sentido. En “Un niño para estas mariposas” se aprecia la apelación metafísica que mueve la sensibilidad y la inteligencia del poeta dominicano:

Si aún no te he creado, huella,

¡por qué guías ansiosa mi retorno!

Ando mendigando un latido

y procuro mis alas.

Busco al sexo que acarició mi cadáver

y mi silencio quiere escalar

su sollozo escarpado hasta caer de bruces

al baúl de todos los sonidos.

Me faltó a la cita el aliento

y los únicos lienzos que pintó mi luz

se los llevó la noche bajo el brazo.

El tropel de la existencia

no me atropelló atropellándome.

La era me negó el hospedaje

y me abandonó cuando apenas me ataba

las sandalias rotas del tiempo.

Procuro mis alas y mendigo un latido

para devolver la sonrisa al único ser

que se ahogó con mi sombra.

Huyendo de la nada

traigo en mis hombros la alegría

¡Dadme un latido para devolverla!

Porque tras el umbral de unas rosas

unos ojos me sueñan

correteando brioso a las tenues mariposas.

(Territorios Extraños, pp. 39-40)

El verbo clave de la mística es afirmar. ¿Qué afirma? La realidad de su existencia como creación divina; la realidad de lo existente como obra de una mano prodigiosa y trascendente; la realidad del vínculo existente en todo, como índice o señal de que todo forma parte del Todo, como han intuido iluminados y místicos; la realidad de la dimensión espiritual de lo viviente, especialmente en los humanos. De ahí la singular relación Mística→ Dios → Contemplación. En la siguiente estrofa, el poeta ofrenda un sentimiento subyacente en su sensibilidad profunda:

Existe un espacio en mí mismo

un túnel de espejos

y voces donde las dimensiones

no se ponen de acuerdo.

Vacío de donde un dios me expulsa

y me obliga a existir.

(Territorios Extraños, p. 45)

En la lumbre interior del poeta hay un secreto que la llama de su inteligencia descubre cuando su intuición comparte ese singular aliento de azahares. El emisor de los siguientes versos lo dice poéticamente:

Quiero ocupar el lugar de mi sombra

abrirme paso en la niebla

hasta tropezar con la orquídea.

Minar el último laberinto del cristal

donde las miradas se pierden

y tienen que retornar a sus abismos.

Quiero sencillamente cantando

penetrar por los ojos absortos

de dos espejos que se miran.

(Territorios Extraños, p. 69)

En su poema “Esta forma lejana de ser hombre”, el poeta evoca su infancia y trata de entender lo que entonces le parecía inexplicable:

La niñez nos parece ahora como haber llegado

de un sueño. Lejana, como todo lo esperado,

como si vivir siempre en sus rincones

fuera una promesa ineludible.

Y ya todos sus artificios, que fueron reales

en nuestra visión, se desmoronan

como objetos de arena. Y llegamos a descubrir

que aquella casa de cartón, construida con

nuestra alegría, ha perdido de repente

el misterio de sus paredes y su ubicación

en nuestros sueños. Que el carro de hojalata

(por el que tanto peleaba mamá) se desaparece

en alguna abertura del recuerdo.

Y que aquella ventana, donde amamos

la sombra de una mujer,

se ha ido cerrando en una calle

por donde ya no creemos que anduvimos.

(Territorios Extraños, p. 44)

El conocimiento del mundo, que aportan años y experiencias, hace que el poeta, maduro y pensativo, reflexione sobre diversos asuntos del vivir:

Que esta gota de agua sea mamá

eternamente sola

rodando por mi cuerpo.

Que sea yo lo que piensa una ventana

la luz inmensa de una piedra

o simplemente el túnel que une a un niño

a mis palabras.

Quiero por fin empezar a saber lo que es un gato

o un pedazo de mariposa traído por el viento.

(Territorios Extraños, p. 42)

En “Cuando ya no eres tu espalda” advierte que todo tiene sentido y que damos continuidad y vigencia a cuanto dio sustancia y concreción al sueño:

Lo que fue es una escalera por donde

subimos todavía.

Un abismo de tiempo donde la vida se desprende

y se nos va vaciando algo

como de una botella sobre el aire.

Lo que fue es un trayecto hondo

por donde solo retorna el pensamiento;

un pozo, y en el fondo

aún está una mujer, pariéndonos.

(Territorios Extraños, p. 46)

El poeta sabe que está del otro lado o inmerso en la interioridad de una realidad que lo sobrecoge y desconcierta, como en “De este lado”:

Quizás nacer fue equivocar el rumbo

un ir al lugar donde nunca

hemos querido estar

abrir un espacio en el azar

o un agujero inocente en la creación.

Quizás nacer fue la única forma

de romper nuestro pacto con la eternidad.

(Territorios Extraños, p. 50)

La vigorosa intuición de José Acosta se revela en una poesía metafísica y simbólica donde da a conocer su interpretación lírica del relámpago:

El relámpago nace y no tiene tiempo

de recordarse a sí mismo.

Rasga el rostro del cielo y no llega

a comprender

que es la única herida de la nada.

¡Quién pudiera escalar

su esquelética forma de raíz

para mirar por sus rendijas

el escondite de dios!

(Territorios Extraños, p. 55)

En ese decir poético alude a la inocencia de no saber lo que las cosas saben de sí mismas, una singular manera de señalar el sentido de lo viviente. Entre el contemplador y lo contemplado, o lo que es lo mismo, entre el ojo que mira lo que la mirada atrapa, hay un espacio que la intuición fulgura con la lupa que ausculta el sentido del misterio:

No decir nada es contar todo.

Grumo donde el silencio se explica

con su multitud de llamas apagadas.

Cuando el símbolo se revela

ya no es símbolo

y el ojo deja de existir con la mirada.

He aquí el laberinto donde nadie ha nacido

para poder ser y aún siendo no será nunca.

(Territorios Extraños, p. 57)

Intuye el poeta que hay un ser que se sobrepone a la apariencia sensible de esta máscara (´persona´) que trasunta un rasgo del Ser que nos contiene, como se aprecia en “Tras mí, el espejo”:

Ese ser que me traspone

no soy yo siendo yo mismo.

Mis huellas colecciona y buscarme es su condena.

Inexiste sin mí, yo sin él dejo de ser luz infinita.

Ese ser que me traspone algún día quebrará el cristal

me seguirá sin seguirme y será yo, cuando sea nadie.

(Territorios Extraños, p. 58)

Finalmente, en “Ignoto no, humano”, José Acosta o el alter ego poético que lo suplanta, mediante el recurso de la metapoesía reconstruye el quehacer que le da sentido y trascendencia a su intuición lírica:

Un borrón tal vez es un verso buscándose

Abriendo en el olvido sus ojos muertos

y extendiendo su no ser a lo que será algún día.

(embriagado quito. Pongo: del otro lado del vino.

Tacho muerte; escribo: alma sin mí.

alegría quizás, no! Agua que me crea)

Detrás de lo borrado tiembla

ansiosa de brotar, la palabra enorme

la palabra viva; el misterio que llena

el único vacío de lo indescifrable.

(Territorios Extraños, p. 59)

Con Territorios extraños, una obra memorable y fundacional de la lírica metafísica dominicana, José Acosta alcanzó un alto peldaño en la galería de los poetas dominicanos que han hecho de la intuición metafísica la clave para inteligir que hay un porción del Universo que alienta la dimensión interna y trascendente de las cosas.

Bruno Rosario Candelier

Encuentro del Movimiento Interiorista

Santiago, Ateneo Insular, 25 de septiembre de 2010.

Notas:

1. Cfr. Bruno Rosario Candelier, Poética Interior, Santiago de los Caballeros, Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, 1992, p. 399.

2. José Acosta, Territorios extraños, Santo Domingo, Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos, 1994, 72 pp.

3. Agrónomo de profesión y poeta de vocación, José Acosta es un valioso cultor de la palabra con rigor estético y sentido de la belleza y el misterio, por lo cual su obra pauta una tónica remozante desde la otra orilla de la expresión creadora. Ha publicado varios libros de poesía y ficción. Actualmente reside en New York.

4. Cfr. San Juan de la Cruz, Vida y obras de san Juan de la Cruz, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1960, p. 186.

1 comentario:

Camila dijo...

Me gusta mucho quedarme en casa y leer poemas y novelas de diversos autores. Incluso cuando viajo, trato de averiguar sobre los autores mas representativos del país y conseguir algun ejemplar de ellos. En los Hospedajes donde paro en otro lugar me quedo alguna noche leyendo en vez de salir a recorrer